Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2020

ISABELLE LÉVESQUE, Francia

 VOLTIGE!   Este siglo de ogros tiene que temer si tornas el peligro en la palma de tu mano – ¿un dado? Unas pocas flores, pétalos marchitos, tu mano los hace rodar húmedos. Suerte malograda, yo aún quisiera. Tus labios, la noche súbita como un deseo (boca del oráculo).   Una vez fue fuerza de hielo. Turbación de hadas venidas a sellar el anillo de las flores.   Ya no sueño. La marcha es tuya, pálida sombra de nuestros pasos entrelazados.  

INGRID ODGERS, Chile

  DESPEDIDA   ¿No es acaso la despedida como el grito de un pájaro en la muerte? Tribulación inmerecida la mano al aire en medio giro El beso que no palpa la tierra ni el polvo de los pies Nada roza el silencio Esa mudez tibia de tu sonrisa Breve luciérnaga posada en tu cabeza danza en el pasto hasta mi taza Mi taza se inunda de lágrimas Las lágrimas están llenas del vuelco de tu silueta Y de mañanas Las mañanas quedan mojadas de pájaros.

ERNESTO R. DEL VALLE, Cuba

  AUTORRETRATO   Soy terco -bien lo sé- pero me rindo ante el perfume o la fiebre de la noche. Soy terriblemente insufrible pero no marchito claveles en los ataúdes de mis pesadillas. Soy esto que deja sus excrecencias a lo largo del día, en todos los caminos, pero mi flor no es fósil ni orino a las mariposas por la espalda.

ISAÍAS LORENZO GONZÁLEZ, Cuba

  EL POEMA   El poema tenía nombre Y también dirección   El poema era mío Tuyo y vuestro   El poema tomaba De su propia medicina   El poema se deshojaba Como una libélula   El poema salpicaba De su luz y su sombra   El poema se perdió En la dulce penumbra   El poema rumiaba Su honda soledad   El poema también Guardaba silencio   El poema en fin Era su propio poeta.

JOSÉ PEJÓ VERNIS, España

ESCRIBIR   Fabricar tiempo y puertas y rendijas. Después, abrir sus ángulos al mundo y compartir su viaje, ese profundo engolar de iracundas lagartijas.   Amartillar la música, las hijas del piano, cuando el tiempo es un segundo que se alarga hasta hacerse tan fecundo como un dedo en un cofre de sortijas.   Cultivar el fulgor, amar el reto de la magia, ser fiel a lo vivido y dibujar un sueño en un boceto   que se pose en tus ojos, en tu oído, como un duende pacífico y secreto que armonice el tam tam de tu latido. 

ALAIN LAWO- SUKAM, Camerún

  CHICOS DE LA CALLE   Al amanecer, vagabundean por las calles revestidos de harapos. El hambre en los ojos, la tristeza en los huesos. Al atardecer, hurgan en la basura de los barrios prohibidos donde mueren de fiestas los anfitriones acaudalados. Al anochecer, recuestan la cabeza en cartones remendados a la intemperie, soñando con un mañana feliz. Mansas ovejas sin pastor, son presas de tigres perversos, llanto silencioso de seres inocentes gimiendo en calabozos de almas olvidadas. El dañino pegamento calma el hambre diaria, acaba con el frío nocturno, acaba con el miedo al duende y acaba con la vida dolorosa. Sin rodeos, me dieron el relato de sus vidas y me contaron sus desventuras sin artificio. Me parte el corazón ver las miradas sin futuro, mar de sueños rotos. Los gritos desesperados de aquellos hijos de la calle resuenan en mi cabeza y en mi pluma, sus lágrimas.  

SYLVIE FABRE G., Francia

 EN UN CUERPO DE VIRTUD Y VOLUPTUOSIDAD.   Tu mano, rastro del futuro, abre una vena en el corazón de la tarde en la mejilla, la piel, el silencio, el gong de la lluvia, el reloj son eternidades palpables y las vacaciones de una hora arrancadas del tiempo, todo nuevo   bajo tu mano, hogar cálido, me acurruqué por completo.

ANA LUÍSA AMARAL, Portugal

UNA BOTÁNICA DE PAZ: VISITACIÓN Tengo una flor de la que no sé el nombre En el balcón, en común acuerdo con otros aromas: la flor del beso, un rosal, una mata de hierba luisa Pero esos son prodigios de la mañana siguiente; es que esta flor generó hojas de verde asombro, minúsculas y leves No la amenazan bombas ni románticos vientos, ni misiles, o tornados, ni ella sabe, aunque esté cerca, de la sal inversa que el mar trae Y el cielo azul de Otoño fingiendo Verano es para ella una bendición, con la poca agua que le dio Debe ser esto una especie de paz: un secreto botánico de la luz.